Luis Jaime Cisneros, el maestro.

14.03.2011 00:37

Luis Jaime Cisneros no fue un lingüista común. Lo pudimos apreciar en su discurso de agradecimiento al título de Profesor Emérito que la Católica le confirió no hace mucho. “Porque vale la pena ser universitario, ya que nos permite comprender al hombre”, siempre de espíritu joven y jovial, siempre dispuesto a una conversación, siempre enamorado (por sesenta largos años) de esta Universidad. Nadie como él para ser cercano y maestro a la vez, para ser coloquial y amigo de sus alumnos.

 

Para la PUCP es un deber y un orgullo reconocer a LJC como gran ejemplo de principios e ideales. El luchar – a toda costa – contra la deshumanización de los fines de la Educación y exigir a los candidatos presidenciales que presenten sus planes de gobierno referentes a ella (como lo hizo en un artículo de La República recientemente), promover la producción e investigación académica (tanto de profesores como de alumnos), reconocer el carácter cíclico de la pedagogía: el profesor que enseña y aprende del estudiante, y viceversa. Es, también, deber nuestro, no dejar que la obra de Cisneros se pierda, como sucede muchas veces con la de tantísimos ilustres intelectuales.

 

“He tratado de recordar, en estos días, los días de gloria y los días de pena vividos en la universidad. Y comprendo claramente que si los colegas no hubieran hecho lo suyo, y los estudiantes lo que les estaba destinado, la casa habría estado realmente vacía durante mis sesenta largos años. Pero ahora que aparentemente la dejo, reconozco que es precisamente la casa que quisieron conservar y defender el padre Dintilhac y Riva Agüero. Para defenderla y recrearla trabajamos profesores y estudiantes. (…) Puedo anunciar, en alta voz, que no me voy de la Católica. En todas las esquinas estoy, y desde ahí agito mis banderas. Y en estos difíciles momentos, paso lista de presente para asumir por entero la defensa de su tarea”.

 

Probablemente sea el párrafo que mejor resuma su forma de ser y el que mayor consuelo representa ahora que la PUCP lamenta su partida, pero sólo la física. Y es que el espíritu de Cisneros (propulsor, romántico – esas ganas de cambiar el mundo –, incansable y de amor por esta Universidad) se queda aquí, con todos nosotros: nos haya enseñado o no, porque es el espíritu que el estudiante de la PUCP debe cultivar. Gracias,profe.                                                                              

 Mesa Directiva del Centro Federado de EE.GG.LL

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