El sufrimiento japones

14.03.2011 23:55

 Sucede que hubo un día en Japón que tristemente se recordará. Los medios de comunicación fueron los que le mostraron al mundo entero la catástrofe más importante que este archipiélago haya vivido en un ciento cuarenta años.

Eran aproximadamente las tres de la tarde. Hombres y mujeres , trabajadores de una de las economías más desarrolladas del mundo, huían despavoridos al ver cómo las ventanas se rompían y los papeles que acababan de revisar se desperdigaban por el piso. Los niños se refugiaron en sus aulas y las indicaciones que sus maestras les daban. La sociedad dejó su habitual rigidez y rectitud, como lo cuentan cronistas virtuales, y se entregó al miedo de que un terremoto de 8.9 les puede quitar lo querido, lo amado.

El norte de la isla llora más. El pasto campesino, humedecido ya por el tsunami, ahora refugia las lágrimas de sus hijos, quienes vieron a los lejos cómo sus casas salían de sus ubicaciones, se movían en una especie de baile que nunca se hubiera querido presenciar. Las olas entraron hasta 10 kilometros dentro de la pequeña tierra de Japón y a ciudades como Sendai o Kesennuma, ciudades costeras donde se celebraba las bondades del mar en gastronomía y relajación, hoy se enfrenta a la traición del mar, la que sumergió a gran parte de la ciudad.

Así durmió Japón la noche más dolorosa que su actual generación guardará en su memoria, moviendo escombros, escuchando las olas más altas que siempre y sin donde escapar de esto.

Tras el terremoto y posterior tsunami, la cantidad de muertos se contabilizó iniciamente en 300 muertos. A dos días esta trágica cifra aumentó en 1300 y no parece detenerse. El país más preparado del mundo para estos eventos también sucumbe ante la naturaleza.

Pero algo más se ha ensañado contra el país del sol naciente en estos días. La actividad nuclear del Japón ha virado en un giro de 180° y ahora representa una amenaza pues, a raíz del violento movimiento telúrico, se observaron fugas de material y explosiones en zonas como Fukushima y recientemente Onagawa. Esta fuga de material nuclear puede ocasionar daños irreparables en tierras, como su esterilización, y en personas, como malformaciones y enfermedades en los recién nacidos, así como en los alimentos y en el agua. Esta situación se cataloga en el mundo científico como la peor catástrofe nuclear desde Chernobíl.

Un terremoto de 8.9 grados Richter, un tsunami que llegó a 10 metros de altura en Japón y puso en alerta a todos los países de la cuenca del Pacífico, una emergencia nuclear, así vivió Japón este último fin de semana, sumido en la desolación de saber que la naturaleza solo necesita un minuto para quitarnos lo alcanzado. Ahora a nosotros, al otro lado del océano, nos queda aprender sobre lo acontecido. Dicen que si un sismo de tal intensidad se hubiera presentado en Perú, las cifras serían más que devastadoras, cuadriplicando o quizás más que las de Japón. La alta marejada que llegó a nuestras costas nos previno con anticipación de lo que podría pasar y aun así muchos burlaron las recomendaciones del gobierno. Que este sufrir no haya sido en vano, que sea verdaderamente un tiempo de ayudar y reflexionar.

Por Carlos Barzola, alumno de EE.GG.LL PUCP

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